Una pregunta que es usualmente hecha en cuanto a la
adicción sexual,
¿“Es la adicción un problema moral o es un problema del
cerebro?”
Autor: Pr. Serafín Contreras
Publicado por: Pr. Anibal Delgado
La
respuesta es ¡SI! Es ambos.
La
iglesia por mucho tiempo ha tratado con la adicción solamente como un problema
moral o espiritual. Nuestro acercamiento ha sido que si la persona está
atrapada en una adicción es porque está continuamente escogiendo vivir de esa
manera. Que la persona simplemente necesita tomar mejores decisiones morales e
intentar más fuerte el detener el “actuar” de esa manera.
Entonces
cuando estas personas llegan a nuestras Iglesias, decimos una rápida oración
por ellos, les decimos que confiesen su pecado y que sigan con sus vidas. Este
puede ser el acercamiento apropiado para alguien que no está atrapado en un
ciclo adictivo, si recientemente han tenido un problema con inmoralidad sexual
o si es un incidente de una sola vez.
Ese
seria el tipo de pecado que Santiago menciona en Santiago 1.14,“Todo lo
contrario, cada uno es tentado cuando sus propios malos deseos lo arrastran y
seducen.”
Es
decir, esto aun no se ha convertido en un patrón, compulsión o adicción.
Entonces una simple confesión y rendición de cuentas probablemente sea
suficiente. El problema es cuando tendemos a tratar todo el pecado de la misma
manera, como si una sencilla confesión va a arreglar el problema. Lo cual seria
cierto si el pasaje de Santiago terminara allí, pero no es así. Sigue diciendo:
“Luego, cuando el deseo ha concebido, engendra el pecado; y el pecado, una vez
que ha sido consumado, da a luz la muerte.”
No
da luz a la muerte con solo pecar una vez, da luz a un patrón del pecado. El
tipo de pecado es aquel que está fuera del control de la persona. Nosotros, la
iglesia tenemos la dificultad de estar de acuerdo con la existencia de algo
como esto. Veamos lo que dice Pablo al respecto en Romanos 7.15, “No
entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco.”
Cómo
explicamos algo como esto? Es posible decir que hay ciertas situaciones en las
cuales la manera en que las vivimos van más allá de ser una simple decisión
moral? Que existe la posibilidad de que un comportamiento compulsivo y de
adicción requiere más que una simple confesión y unas palabras de ánimo. Por
esta razón, por esta verdad, Pablo nos dice luego en el libro de. Romanos,
capítulo 12, que debemos ser “transformados por la renovación de nuestra
mente”.
La
adicción sexual es inicialmente un problema moral pero luego se convierte en un
problema del cerebro. La adicción sexual en su núcleo tiene que ver con la
manera en que enfrentamos y procesamos la vida. La experiencia sexual se
convierte entonces en el mecanismo de enfrentamiento con el cual la persona
sobrelleva su vida. La persona aprende a usar el sexo para sentirse “ok”. En
este punto el sistema límbico del cerebro, el cual es también llamado el
cerebro de sobrevivencia, automáticamente toma control y le dice a la persona
que la experiencia sexual hará que todo este OK. Es la respuesta ante el
dolor/miedo/ansiedad/estrés/preocupación, enojo o en realidad cualquier emoción
o sentimiento no deseado.
De
este modo, la solución en la adicción sexual o cualquier otra adicción, no
puede ser tratada como un simple problema moral. El cerebro tiene que ser
“renovado” como Pablo lo dice. La iglesia debe entonces ser el lugar de sanidad
y no solo de oración. La renovación de la mente es un proceso y no simplemente
una experiencia que se tiene en el servicio semanal de la iglesia.
El
método bíblica y clínicamente sólido que usamos, es el método utilizado por el
“Ministerio Deseo Puro”, el cual trata el tema de la adicción sexual de esta
manera holística. Tratamos no solo con el pecado que ha tomado lugar en el
primer nivel como lo dice Santiago, pero también vemos a los patrones de la
adicción que han sido establecidos y el trauma y las emociones que la impulsan.
Ayudamos al adicto a romper la negación, a entender el problema de la adicción
y luego tratamos con la herida que originalmente le llevó a enfrentar la vida
de una manera no saludable.